LA CASA
Yo sé que sigue allí. Si la memoria
se acerca sin querer a las riberas
de aquel tiempo que late en el silencio
de los días perdidos, se levanta
otra vez en mi pecho este dolor,
la profunda caricia del incendio
que cantaba en el centro de un verano
vibrante, de unos meses extendidos
sobre la tierra aquella, tan lejana.
Heridas de la luz, caminos lentos
por los que anduvo un cuerpo, una alegría,
un temor que creció bajo los ojos
de las noches más hondas.
Ahora vuelvo
a la casa de entonces. Allí siguen
los objetos que oyeron el sonido
de nuestra intimidad en la penumbra
de una destartalada habitación.
Junto al muro manchado por los signos
turbios de la humedad y el deterioro,
la blancura marchita de la cama
en que ardiera la vida; y en el suelo
—como ceniza triste—, los minutos
que se fueron cayendo de tus manos.
Afuera sigue el sol, y el árbol solo
anclado en el calor del mediodía.
25 de mayo de 1975
Eloy Sánchez Rosillo